Las sombras de Mario, Samo y Pablo se reflejaron en una cortina blanca que ocultó el escenario, formando tres descomunales siluetas que agolparon el auditorio de emoción, pero cuando los acordes vacilantes de las guitarras se convirtieron en Mientes, la cortina cayó a sus pies. El espectáculo comenzó.
No eran ni las 21:10 horas cuando los gritos y la música ya eran uno solo, parece haber tomado a algunos por sorpresa fuera de su lugar, pues de pronto los pasillos se llenaron de fans, que más tarde se ubicaron y poblaron perfectamente de rincón a rincón el recinto.
“Buenas noches, Guadalajara, es un gusto ver este lugar así de lleno, ¡gracias por venir!” Saludó el vocalista, Mario Domm, “les tengo tres preguntar: ¿aquí creemos en el amor?, ¿en la fe?, ¿en la igualdad? Una más, ¿les gusta cantar?, chicos, ¡bienvenidos, pásenla bien!”, y con un recinto lleno la respuesta no podía ser menos que eufórica.
Cada uno permaneció en su lugar: Mario en el piano, Pablo, en el centro, a cargo de los acordes eléctricos y Samo, de pie frente al micrófono, con lentes oscuros y una pasional camisa roja cubierta por una larga capa negra; detrás de ellos sobre una plataforma extra se ubicó una pequeña orquesta, que después se turnó con un bajo y batería.
“Esta canción me enseñó que el amor no duele, señores y señoritas, el amor es para gozar”, anunció el segundo vocalista, Samo, antes de dar voz a De qué me sirve la vida.
Subieron de tono. Comenzaron con sus cartas fuertes: Dejarte de amar, Todo cambió, Abrázame y otros de sus exitosos y recientes temas, pero dieron un giro de lo romántico al vértigo al interpretar You got my love en versión roquera.
Pero el tono romántico debía regresar, los jóvenes que desgarraban sus cuerdas vocales en aclamarlos estaban ávidos de sus letras y sonidos tersos, que inspiraban a las parejas a acurrucarse entre sí.
Desde las butacas los flashazos no cesaban, y cuando se escuchó el melancólico violín que anunció a De mí, uno de sus más recientes hits, los jóvenes se pararon de un salto y acompañaron al trío con la voz en el momento más íntimo de la noche, donde los artistas ya portaban un atuendo más cómodo.
Para todo hubo tiempo, para cantar, saltar, contar anécdotas y hasta recordar que fue ése el auditorio que los escuchó como grupo por primera vez hace ocho años, mientras jóvenes los escuchaban sentados y de pie en el área de la prensa gráfica, mientras el resto del recinto se desbordaba en público y energía.
